lunes, 7 de mayo de 2012

Para empezar: Ruta Salmones Arriba (Belmote de Miranda)

Belmonte - Corias- Silviella - San Cristobal.
Dificultad media. Distancia 11Km. Duración 3 H 40 Min.
http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=619375 

Estos son los datos de la ruta que nos facilita la web del Ayuntamiento de Belmonte de Miranda, pero a nosotros nos llevó algo más de 5 horas terminarla, en parte debido a que nos perdimos varias veces, así como las paradas en el camino para disfrutar del entorno.

Sobre las 11 de la mañana empezamos la ruta en el hospitalario y bello pueblo de Belmonte. Tras cruzar el puente sobre el río Pigüeña, tomamos una pequeña pendiente dirección al cementerio dejando a nuestra izquierda el torrente

Al final de la cuesta y tras girar levemente a la derecha, encontramos el camposanto, a cuya izquierda un cartel nos informa del inicio de la ruta propiamente dicha. Al principio del camino podemos leer: "Ruta peligrosa de montaña, no recomendada para hacer con niños".

 El ascenso comienza por un estrecho camino, tan solo transitado por las cabras y algún caminante como nosotros en busca de aventura.

Este lugar conocido como L'Escobiu, lo describe Jovellanos en sus "Diarios" de esta manera: "Por esta bella vereda (que algunos pasan a caballo) se va un gran trecho con la peña sobre el sombrero, el río bajo los pies, la sorpresa bajo la imaginación y el susto en el pecho"

Rosana empieza a notar los rigores del camino.

El primer esfuerzo se nos compensa con una espectacular vista del valle.

En la lejania podemos ver la carretera que nos llevo hasta belmonte.

Sortear este peñasco nos causo los primeros problemas de la ruta, fácilmente superados sin lamentar ninguna baja.




Nuria y Rosana avanzan a buen paso ladera arriba.




Tono se une a la comitiva, tras rezagarse por unos momentos buscando la senda perdida.


Solo un momento de parada para recuperar el resuello y comprobar en las señales que seguimos por el buen camino.


La caprichosa naturaleza nos hace ver en ésta roca, quizás al superhéroe La Cosa o algún monstruo salido de la procelosa imaginación de un escritor fantástico.

Tono y un servidor observan el paisaje durante la bajada.

  Una sinuosidad en la roca nos sirve de cobijo para hacer un alto en el camino, disfrutar del momento y comer unas viandas.

Podéis ver la satisfacción en nuestros rostros.


Tono rinde merecido tributo al ínclito pajarillo que sobrevuela la zona.

En un hatillo van los víveres para la jornada.

Al cabo de una hora y media de marcha y de vuelta a la parte baja del río encontramos un bosque de felechos, preludio de la llegada a Corias d'Abaxu.


Dejando atrás el pueblo e incorporándonos por un momento a la carretera, un camino a la izquierda nos adentra de nuevo en el sendero que baja hasta el canal de la Central de Silviella. Discurrimos por encima del enlosado del canal, continuando la marcha descendente del río entre árboles de distinto follaje.


El húmedo piso del canal nos guía hacia nuestro destino.

Una de las antiguas compuertas del canal todavía conserva su pasado encanto industrial, pese al oxido y lo cuarteado de la madera.

El curioso entorno provoca otra parada, la cual aprovechamos para charlar sobre las sorpresas que esconde la ruta, bromeando sobre el parecido de las etapas a las de un videojuego.


¡Intentando desencallar en el Río Pigüeña! Esta parada que nos sirve para refrescarnos los pies, levemente maltratados por el piso cubierto de piedras.

¡Y de repente encontramos un chochín!

En medio del bosque nos pasma encontrarnos una extraña construcción a medio terminar.

Tras ella encontramos por fin el edificio de la antigua Central de Silviella.

El oxido invade los restos de la vieja tubería por la que bajaba del monte el agua que alimentaba la central. Viéndola ahora entre la maleza, parece una de las escotillas de la serie "Perdidos".




Al final descubrimos que el edificio ha sido reconvertido en un aparta-hotel de bizarra arquitectura.

Pasando el puente -junto al cual están las antiguas escuelas que actualmente albergan la Real Escuela Asturiana de Pesca Fluvial en obras de restauración- nos perdemos caminando más de un kilómetro al otro lado del rió, hasta que descubrimos que no hay salida y debemos volver sobre nuestros pasos.

Pero en estas tierras ningún despiste es en vano, ya que nos da la oportunidad de descubrir éste enorme y majestuoso pino piñonero al otro lado de la carretera.

Y de propina una pequeña aldea con bonitas edificaciones tradicionales asturianas como el hórreo, la casa del médico, la capilla y el molino de piedra.

De vuelta en la ruta lo primero que vemos es un área recreativa situada al lado de un capturadero de salmones. Aquí, entre avellanos y castaños, vemos un mirador diseñado por Pablo Maojo para resguardarse en caso de lluvia.

Desde aquí se puede contemplar el salto de los salmones y las numerosas vicisitudes con las que se enfrentan en su periplo hacia el mar.

Una escultura ilustra el salto del preciado pez.


"Cuando el río suena agua lleva"


  Como Nuria nos describe: "Coges el camino equivocado y, en realidad, no, porque llegas a un lugar encantado, que no estaba en el mapa ni en los planes".

  Para evitar perdernos de nuevo -y no llegar a tiempo para comer- intentamos seguir siempre al lado del canal. Aunque la poca señalización y lo poco transitado del sendero -que desaparece a veces entre la maleza- nos hace desorientarnos un par de veces más.

Ya casi al final del camino pasamos junto a la Central subterránea de Miranda. Acerca de ella un taxista nos relató que fue erigida a principios de los años sesenta del pasado siglo para sustituir la de Silviella y trajo la abundancia y el empleo al conceyu. Nos quedamos con las ganas de visitarla y contemplar los dos relieves de Vaquero Palacios, realizados en 1958, que simbolizan el calor y la luz (Prometeo) y la fuerza y el movimiento (Atlas).
Pero ya sabéis, ¡siempre hay que dejar atrás alguna disculpa para regresar!

Esta casa en ruinas precede la llegada a San Cristóbal, más de cinco horas después de haber partido de Belmonte. La incertidumbre nos tiene en ascuas, dudando sobre la posibilidad de comer en el pueblo a las cuatro y media de la tarde.

  La providencia nos lleva a Restaurante Casa Tocho en Puente de San Martín, donde la buena señora nos ve cansados y famélicos y pese a la hora nos prepara una mesa.


El final del trayecto nos premia con el excelente trato, agradable conversación y sabrosos platos -como el cabrito de la foto- de Casa Tocho. Vaya desde aqui nuestra recomendación http://www.casatocho.es/


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